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Orgullo: ¿del clóset a la vitrina?

Orgullo: ¿del clóset a la vitrina?

Por:Manuel Gutiérrez*

Hablar o en este caso escribir sobre el Orgullo LGBT+ plantea un reto titánico en este momento de la historia y sinergia de la humanidad.

Hoy, que estamos más interconectados con el mundo que nunca, se han desdibujado las fronteras de la presencia física y se han generado presencias virtuales o digitales en realidad, hemos creado avatares de nosotres en redes sociales y al mismo tiempo seguimos viviendo a través de nuestros cuerpos.

Desde mi perspectiva, esto ha creado la gran paradoja de los movimientos sociales y sobre todo de los que tienen sus arraigos en las defensas de las identidades y las disidencias sociales. Por un lado, vivimos en una casa, en un pueblo o ciudad, en una entidad federativa, en un país, en un continente y en un mundo.

A la vez, convivimos con un grupo tan limitado de personas como cualquier ser puedo hacerlo desde los albores de la humanidad, es decir no más de unas pocas decenas de individuos de las que realmente conocemos sus historias, nombres, deseos o placeres, dolores y necesidades. Pero, esas personas ya no las determina nuestra posición aleatoria en el planeta sino de las afinidades en el mundo físico y virtual.

Crédito: Karla Barba | El Sol del Centro

Lo anterior me lleva a la idea de que la lucha se ha desdibujado a través de quien pone el cuerpo (y también de quienes solo ponen el cuerpo para la “marcha”), de quien pone un post en redes sociales o de quienes simplemente no hacen nada porque han encontrado un remanso de paz en una comunidad autogestionada digital o virtualmente.

Habemos quienes fuimos niñes durante la década de los 90’s y quienes vivimos nuestra adolescencia durante la primera década de los 2000 y nos tocó pivotar la realidad social de las comunidades LGBT+.

Nos ha tocado la transición entre la lucha de las personas gays, lesbianas, bisexuales y trans por sobrevivir a la homolesbobitransfobia, al sida, a la depresión y al clóset – entre otras atrocidades – y las generaciones más jóvenes que están viviendo las mieles de las luchas encarnizadas y las libertades tempranas que no tuvimos sino hasta nuestras adulteces y fueron autoconstruidas.

Aunque las perspectivas son prácticamente infinitas, podría pensar en tres grandes, o en realidad, dos grandes grupos y uno pequeñito. Por un lado, un grupo enorme de personas LGBT+ que han salido del clóset relativamente jóvenes, que han podido vivir amores adolescentes y una identidad poco cuestionada y a la vez muy visible. Aunque han tenido algo de rechazo, también han encontrado redes de apoyo con algún familiar, grupos de amigues, en redes o, donde han podido y que son los que celebran, los que salen a las “marchas” en modo fiesta y desenfrene.

Crédito: Leslie Figueroa | LJA.MX

Aquí, también agregaría a les chavorruques que han desplazado sus adolescencias temporalmente hasta las edades adultas, pero que tienen esas mismas actitudes, libertades y beneficios por los que prácticamente no han luchado y que ha veces ni entienden o creen que su postura privilegiada les exime de tener una posición política contundente, que han adoptado al consumo y capitalismo como un medio para satisfacer sus deseos y necesidades sociales.

Otro grupo grande – el que considero más oscuro – es aquel donde se encuentran las personas que apenas si han salido del clóset con un grupo pequeño de personas, que viven una falsa vida cis-heteronormada, que no se identifican con la fiesta, la celebración y la visibilidad.

Son los que se han colado en los puestos públicos y en las esferas del privilegio como líderes de cultos y en muchos espacios de poder y que por ello justifican sus miedos. Los que atacan la visibilidad y que tachan de exagerados a quienes luchamos por la resignificación del marco jurídico normativo y legal del estado mexicano. Este grupo es el que más me da miedo – aún más que los grupos de la ultraderecha – porque desde dentro validan los argumentos en contra de las libertades plenas y totales y se han conformado con libertades a medias y migajas de dignidad.

Por último, habemos quienes hemos seguido la lucha social con el cuerpo, exigiendo el cambio en leyes generales y secundaria, quienes hemos criticado tanto al consumo desmedido de los placeres mundanos que hasta nos hemos privado de algunos de esos gustos. Quienes gritamos ante las injusticias y quienes creemos que seguimos dentro de un CIS-tema que nos da poco y nos quita todo lo demás. Donde cuestionamos las falsas cuotas de inclusión y nos sentimos avergonzados de que se nos sume a personajes arcoíris que se han dedicado a caricaturizar las identidades. Que nos hemos radicalizado bastante y que, por momentos, pareciera que no vemos avances porque, desde mi perspectiva, si no tengo todos los derechos daría lo mismo no tener ninguno.

No merecemos menos que la dignidad plena.

Y luego nos relajamos un montón y seguimos avanzando.

Por eso hablar de orgullo es el reto del momento.

Tendríamos que hablar de dignidad, derechos civiles, espacios seguros, identidades autorpercibidas, cuerpos no normativos, actitudes no colonializadas, es decir, el bello equilibrio entre buscar el autoconocimiento y tener la posibilidad de hacerlo.

Un bello matiz entre el primer grupo y el ultimo, dándoles la oportunidad a quienes viven en el segundo de sanar y colocarse en espacios más amorosos y plenos.


* Manuel Gutiérrez es Vicecoordinador de Colectivo SerGay de Aguascalientes, Activista social por los Derechos Humanos de personas LGBT, además de los derechos sexuales y reproductivos. Consejero en prevención de VIH, prevención del SIDA. Consejero en asuntos jurídicos relacionados con Violación de Derechos Humanos. Promovente de Amparos para la protección de las libertades y el ejercicio pleno de los Derechos Humanos.

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